jueves, 27 de noviembre de 2014

Alma. capítulo 3.

Suena el timbre y Carla me mira con expresión triunfante, esa expresión que solo le sale cuando consigue lo que quiere... Vamos, siempre. Me pongo los cascos y justo cuando le doy al play empieza la temida oleada de preguntas:
-¿De qué habéis hablado? ¿Es tímida? ¿Habéis quedado? ¿te ha confesado que le gustas?
-De tu fiesta, y de los exámenes, la he invitado a tu fiesta y no, no me lo ha confesado. Porque no le gusto.
-Alma, no me jodas. Hasta un ciego se daría cuenta de que le gustas.
-Eres una exagerada.

Las clases se pasan rápido, todo el mundo con prisas porque es viernes y ha quedado con sus amigos, o  simplemente tienen prisa por salir de este lugar.  Pero muy a  mi pesar tengo que ir a comprar ropa con Carla. Ella quiere que me ponga un vestido para mañana por la noche, já. No se lo cree ni ella.
Llego a mi casa y mi Madrastra, Amanda me saluda con amabilidad.

-Hola, Alma. ¿qué tal las clases?-Dice mientras se sirve café en la cocina.
-Pues como siempre, aunque ha faltado la profesora de Inglés a primera hora. Podría haberme quedado durmiendo más tiempo.
-Eres muy vaga hija, ¿lo sabías?
-Soy consciente de ello.-Digo entre carcajadas.

La relación con mi Madrastra es bastante buena, aunque en ocasiones nos ignoremos o choquemos siempre lo acabamos arreglando, tiene mucho carácter, al igual que yo y eso hace que discutamos muchísmo. No sé que le pasa los viernes que siempre está de buen humor. Me parece que se está tirando a su profesor de Yoga.

-Amanda, ¿Me darías dinero para ir de compras con Carla?
-¡Oh Dios mio hija sabía que este momento llegaría tarde o temprano¡ Claro, toma 100 euros.
-¿No es mucho?
-Es suficiente, no lo haces muy a menudo.
-Bueno, vale. Hasta luego.


Voy con paso ligero, ya que he quedado con Carla a las 17:00 y son las 16:50. Carla siempre llega tarde, no hay ocasión que quedemos y sea puntual y eso me pone muy nerviosa, soy demasiado puntual. Son las 17:10 y por fin la veo de lejos.

-Tú y tu característica puntualidad.-Digo con sarcasmo.
-No te pongas así Alma, es que tenía que hacer muchas cosas...
-¿Cómo qué?
-Esto...Bueno...
-¿Lo ves? Eres muy tonta, que lo sepas.
-Pero soy encantadora.
-Anda, vamos al autobús que se nos echa el tiempo encima.


El trayecto hacia el centro no es muy largo y llegamos en unos 20 minutos, el centro de la ciudad está abarrotado de gente de aquí para allá, turistas haciendo fotos a todo lo que se mueve, suelo venir mucho al centro a dar una vuelta, es un lugar muy bonito y  no sé porque pero me calma. A lo lejos vemos el centro comercial, un edificio en su mayoría de cristal, con 10 plantas y gente saliendo y entrando y saliendo cada segundo.

-Alma, ¿Tienes algún vestido en mente?-Pregunta Carla.
-¿qué te hace pensar que voy a comprarme un vestido? Tengo 100 euros, podría comprarme...Libros, videojuegos...
-Tú sigues en tu línea, anda, vamos a mirar algún vestido, seguro que al menos uno te gusta.


Caminamos un largo rato hasta que una tienda me convence y decidimos entrar, pero justo cuando cruzamos la puerta siento que una gran fuerza tira de mi brazo hacia atrás y caigo al suelo, solo siento un gran golpe en la espalda y veo que un hombre en chándal  sale corriendo con mi bolso, va esquivando personas rápidamente hasta que dos guardias del centro comercial lo tiran al suelo, mi única reacción es correr hacia ese sitio, con un dolor agudo en la espalda me paro en seco y Carla preocupada me ayuda a llegar hasta los guardias.
-Chicas, ¿El bolso es de alguna de vosotras-Pregunta uno de ellos.
-Sí, es mío.
-Ya hemos avisado a la policía, llegarán en breves momentos, le agradeceríamos que se quedara y fuera con ellos hacia la comisaría para poner una denuncia a este ladrón.

La gente conmocionada observaba con expectación al ladrón que estaba esposado de pie entre los dos guardias. La policía no tarda en llegar y uno de ellos se lleva al ladrón y lo mete en el coche patrulla, su compañero nos empieza a tomar los datos a Carla y a mí y nos guía hasta el otro coche para dirigirnos hacia la comisaría más cercana. Cuándo llegamos vemos que se llevan al encapuchado a otra sala, mientras nosotras ponemos la denuncia, pero detrás del policía veo un cartel con un hombre, el rostro de un hombre que nunca se me borrará de la mente, era la cara de Charles Hernández, el asesino de mis padres.