viernes, 11 de abril de 2014

El flautista de Hamelín al que le tocaron la flauta...Pero bien.

Hace muchos años en un poblado perdido de la mano de Dios vivía un hombre desdichado, dejado, sin ninguna virtud llamado Bran. Cada vez perdía más y más pelo, engordaba más, cada vez se hacía más pobre y su suerte con las mujeres no era del todo buena. Siempre había sido rechazado, solo mantenía relaciones sexuales con meretrices y la mayoría se alejaban de él diciéndole cosas ofensivas como que preferían cortarse los genitales antes de dejarse tocar por él y cosas de ese mismo índole. Digamos que no era agraciado en ningún aspecto.

Rechazado por sus padres, por sus compañeros, incluso por su perro. Este hombre ya no tenía ninguna razón de vivir. Lo único bueno que tenía es que era perseverante, en sus labores cotidianas ponía un empeño más que sobresaliente, en el amor era igual pero al final de un tiempo desistía y claro, eso le sentaba mal.
Un día por el centro del poblado, cerca del mercado, paseaba por sus áridas calles chocándose con las demás personas que lo miraban con asco, o con las mulas que llevaban productos recién recogidos de las huertas. Detectó un olor poco habitual, un aroma embriagador que seduciría hasta a la persona más mojigata. Siguió ese olor y lo llevó hasta un puesto alejado de todos los demás, era de aspecto lúgubre pero elegante, las telas negras, azabaches, granates que colgaban sobre el techo le daban sobriedad y en un sillón de aspecto cómodo estaba un apuesto hombre. Este hombre era alto, musculoso, con unos fríos ojos grises que con solo una mirada te congelan el alma, vestía ropas propias de la nobleza. ¿Qué haría un noble en un puesto con la plebe? Es extraño, pero Bran estaba tan ebrio por causa de ese olor que no se preguntaba nada. El señor se aparta un mechón rubio de su cara, deja ver sus facciones no muy profundas y no aparenta tener más de 35 años.

-Hola buen hombre, ¿desea algo?-Dice el noble.
-Eh... Pues mire señor, si le soy sincero no se que hago aquí, siento las molestias, ya me voy, por favor no se lo tome como una afrenta y tenga piedad.
-No, tranquilo Bran. No es para nada algo ofensivo para mi. No sabes que haces aquí porque te he traído yo.
-Pero...Señor, ¿cómo sabe mi nombre si me permite saberlo?
-Porque yo soy Satanás, el diablo, Belcebú, el Príncipe de las tinieblas. Como prefieras llamarme.
-No, no es posible. Dios se apiade de mi alma y me proteja de cualquier ataque del mal.
-Joder, Bran. Vuelves a rezar y te juro que será la última vez que lo hagas.
-¡Señor perdóneme!
-Parece que no tienes fe en tu Dios... Me gusta. Te preguntarás para que te he traído aquí.
-Si señor.
-Pues es muy simple, te he traído aquí para cambiar tu suerte, para ser aceptado por todos, para ser admirado por todos y sobretodo... para ser amado... por todas.
-P...Pero señor, ¿Cómo va a hacer eso?
-Es muy simple. Coge esta flauta. Pero antes debes firmar este papel. Para obtener todo lo que quieres debes darme tu alma y todo será tuyo.
-Tendré mujeres, éxito, dinero, poder, un miembro más grande... ¡Firmo!-Exclamaba mientras garabateaba en el papel.
-Bien Bran, cógela.

Bran la cogió y se fue hacia el poblado dejando a Satanás atrás. Era una flauta de color negro con partes bañadas en oro que relucía como la más bella joya. Se dispuso a tocarla y sus dedos se movían solos, tapaban y destapaban los agujeros de el instrumento con una habilidad pasmosa. Toda la gente se giraba al verle pasar. Llegó a su casa pero... No había casa, en su lugar había un enorme castillo de roca gris casi plateado con tejados blancos que apuntaban hacia el cielo. Entró y vio una larga alfombra roja como la sangre, unas largas escaleras llevaban a su cuarto y allí había una cama de dos metros de largo y de ancho. Se giró y no vio a Bran. Vio a un hombre alto, musculoso, con ropas elegantes, pelo oscuro y ojos verdes.
Era el poder de la flauta, era rico, guapo, la tenía más grande y desprendía ese mismo olor que Satanás y  le encantaba. Se paró a pensar en que ya no iba a ser dueño de su alma y le entró el pánico. Pero se miró al espejo y se le pasó. Esa misma noche alguien tocó a su puerta interrumpiendo su bella canción con la flauta. Abrió la puerta y era una chica de unos 25 años con un rostro sin imperfecciones, una mirada angelical y un cuerpo para pecar con él durante 1000 eternidades. Se apartó su cabello negro y dejó ver sus oscuros ojos, profundos como pozos.
-Perdone señor, perdone la insolencia pero ¿podría quedarme a pasar la noche aquí en su casa?
-Claro, ningún problema. Lo que pasa es que las habitaciones no están disponibles.-Mintió.-Y tendríamos que dormir en el mismo cuarto.
-Oh, será un honor señor.

La dejó pasar, subieron las escaleras directos al cuarto cuando Bran se puso a tocar la flauta de nuevo.
Era una melodía deliciosa, muy suave pero intensa, era una experiencia auditiva sobresaliente.

-Señor Bran, usted toca muy bien la flauta. ¿Es igual de hábil con los dedos en otros campos como por ejemplo...El sexo?
-Por supuesto que si y no solo con los dedos.

La chica se lanza encima de Bran y le empieza a lamer el cuello, Bran gime casi imperceptiblemente. Posa sus manos en el trasero de la bella dama pero un ruido proveniente de la puerta los interrumpe. Alguien llama a la puerta otra vez. Esta vez es una chica rubia con mucho pecho y con relativamente poca ropa comparado con el frío que hacía a esas horas. Estuvieron conversando cuando sin previo aviso la chica morena llamada Cassandra se lanza sobre Carla, la chica rubia. Sus lenguas se entrelazan con una armonía envidiable, daba gusto ver eso, como se manoseaban, como palpaban sus cuerpos encendidos en un baile lleno de gemidos, placer... Bran las separa y se pone a tocar la flauta, algo parece reaccionar en las chicas, se hacen más salvajes y directamente le bajan los pantalones a nuestro protagonista.  Deja al aire su gran erección.

-Rubia, aquí hay trabajo para las dos.-Dice Cassandra.

Le hacen una felación a Bran y él gime,  un torbellino de sensaciones aparece dentro de él, placer, felicidad, pasión... Cambian y ahora Carla está a cuatro patas mientras Cassandra se pone debajo de ella. Bran, ya desnudo le mete el pene hasta el fondo y Carla grita de placer, a su vez Cassandra posa su mano en su clítoris y lo frota lentamente y luego más y más rápido. Es algo delicioso y ninguno de los tres quería que ese momento acabara nunca, los movimientos eran cada vez más salvajes, los sonidos eran más provocativos y la noche era muy larga, cada postura, cada embestida, todo era perfecto. En un momento determinado se tumbaron en la cama y la chica rubia se posó sobre el pene de él y Cassandra puso su vagina encima de la cara de Bran, lamía todo rincón de su vagina, su lengua se movía vertiginosamente. Ella gemía de placer y como las chicas estaban cara a cara comenzaron a besarse alocadamente mientras el orgasmo era inminente...De nuevo. Pasaron toda la noche así.



Al día siguiente Bran se despertó sin nadie a su lado. Solo quedaba el recuerdo de esa apasionada noche.
El resto del día se pasó el día entero tocando la flauta, se había dado cuenta de que la flauta atraía a las bellas mujeres y le hacía tener relaciones con ellas. Pasó un mes maravilloso, pero todas las mujeres desaparecían a la mañana siguiente. Era un suceso bastante extraño. No le dio importancia.
Una noche cualquiera se puso a tocar la flauta, como todos los días y no vino una chica, vinieron 7 chicas, de diferentes etnias, pero todas eran guapísimas y a Bran eso le gustaba. Una orgía, pensó.
 Todas se desnudaron y al unísono se tiraron al suelo y se pusieron a cuatro patas. Seguían el sonido de la flauta, Bran caminaba despacio y ellas le seguían por todo el cuarto y luego se fueron al cuarto. Eso era una vorágine de sexo sin control, fluidos, cosas obscenas, gemidos, azotes, miradas lascivas, Bran se lo pasaba en grande, y ellas también. Dos de las chicas se pusieron a hacer un 69 durante largo rato, se corrieron varias veces.
Bran cogió a la chica pelirroja por el pelo y tiró su cabeza para atrás. Ella gemía alocadamente y no paraba de embestirla mientras otra chica morena le ponía su vagina enfrente de la cara de la pelirroja claramente para que le hiciera sexo oral. Tres de las chicas comenzaron a tocarse entre ellas y a mojarse aún más. Bran ya no podía más habían estado toda la noche teniendo sexo. Bran al final se corrió y obtuvo el mejor orgasmo de su vida. Pero la mañana siguiente se despertó y no había nadie.

Esa tarde Satanás se le volvió a aparecer y le dijo que las mujeres desaparecían porque después de tener sexo la flauta se llevaba su alma al infierno. Estaba haciendo de verdugo de decenas de mujeres, además se dio cuenta de que solo buscaba el amor, no buscaba al solo carnal. Utilizaba a las mujeres como objetos desechables y se sintió tan culpable por todo lo ocurrido que se suicidó ahorcándose en lo alto de su lujoso castillo.







                                                            FIN.

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