martes, 3 de diciembre de 2013

Los elegidos por los Dioses. 9.

Ya es por la noche y hace rato que estoy en casa. No me puedo creer que me hayan desterrado, es imposible. Tendré que vivir fuera de la ciudad... En la calle, y lo que es peor: Lejos de mi familia y mis amigos. Los podré ver cada cierto tiempo pero la idea de vivir sin ellos me mata por dentro. Oigo la que la puerta se abre, es mi madre.

-Hijo, ¿Cómo estás? Han venido Pat y Beck a verte. ¿Pueden subir?
-Si, diles que suban.

Cierra la puerta y unos segundos después tocan a mi puerta.

-Hola, Eick.--Saluda Pat.
-Hola.--Digo en tono seco.
-Por lo que veo bien no estás.--Añade Beck.-- No me puedo creer que estés desterrado.
-Pues si, lo estoy. Los Dioses no estaban de mi parte.
-Es que...¿Qué hacemos sin ti?--Dice Pat.
-Pues vivir, encontrar a otro.--Digo.
-Nunca digas eso, si no hay otro como tú. Nada será igual.--Dice Beck.
-Tampoco soy para tanto ahora que soy un desterrado. Muchas gracias por venir a apoyarme pero necesito estar solo, me tengo que ir mañana por la mañana. Ya que esta va a ser la última vez que me veáis quiero que sepáis que no voy a encontrar amigos tan buenos en ningún lado y que siempre os recordaré. Sed felices en vuestras Ramas.--Digo.--Beck, nunca dejes de entrenar y llegarás a ser un Black Skull legendario. Ya lo verás. Y Pat, eres la lista del grupo. Aunque muchas veces no lo parezcas, sé feliz chica Mekt. Y eso es todo. ¿Un último abrazo?
-Pues claro--Dicen al unísono con lágrimas en los ojos.

Se van y me dejan solo, meto cosas básicas en una mochila y  me quedo dormido. Cuando despierto lo primero que hago es llorar de impotencia, sabiendo que allí fuera no duraré más de 5 años. He visto noticias aterradoras que le han pasado a más de un desterrado. Me voy, me despido de mi madre, de mi padre y de Soran. Aunque la mayoría del tiempo discutíamos daría lo que fuera por volver atrás en el tiempo cuando éramos pequeños. Era feliz.
Cruzo la puerta y ahogo un sollozo, soy fuerte. O eso intento aparentar, según la ley tengo derecho a ver a mis familiares pero...Tal y como están las cosas lo más probable es que no los vea nunca más.  Estoy a las afueras de la ciudad, está atardeciendo. Shelem es enormemente grande. Veo los huertos más a la lejos y ya empieza a oscurecer, no hay nadie. Decido dormir hoy en una pequeña cueva que hay en medio de la explanada. Pero un zarandeo me despierta de golpe, me hace daño, no puedo casi respirar y oigo gritos.

-¡Eh, tú chaval! Danos todo lo que tengas. --Dice un hombre barbudo.


El hombre tendrá unos cuarenta años y apenas tiene dientes. Es calvo y tiene una barba extremadamente espesa. He visto junglas menos frondosas que esa asquerosa y grasienta barba.

-Como no me lo des todo te rajo, niñato.

De pronto saca un cuchillo del tamaño de mi brazo. Voy a morir en mi primer día de desterrado, he perdido toda esperanza. Los Dioses me han abandonado. Pero tan solo soy un despojo, un saco de huesos.
Pero de pronto una sombra se lanza contra el compañero del hombre de la barba. Este se sorprende y me suelta. La sombra le da un puntapié  de lleno en el rostro y su barba queda salpicada de sangre. Es un espectáculo muy grotesco para mi gusto.
La sombra se me acerca y ahora puedo ver su rostro, es un hombre de unos 21 años pelo totalmente negro y la luna refleja en su pelo un mechón verde. Sus oscuros ojos me observan y comienza a hablarme.

-Eh, chico. ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?--Dice con voz grave y con un destello de preocupación en los ojos.--No te han herido. Bien. Me llamo Matt, Levántate y sígueme si puedes.

Obedezco sin articular palabra y sigo a Matt a paso ligero, caminamos hacía el interior del bosque y cuando no puedo más paramos en una discretísima cueva y dice una especie de contraseña y pasa una tarjeta por una ranura disimulada en forma de grieta. Se abre la roca y en su interior hay una especie de ciudad subterránea.

-Bienvenido a Klac-Balash. La ciudad subterránea.--Dice Matt con orgullo.

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